04/11/09

ESCUELITA




Todos sabemos que es muy importante estar bien informado acerca de todo y esta vez les dejo una nota que hice sobre el tema de la drogadicción.




TU FAMILIAR EN MANOS DE UN ADICTO IGUAL QUE EL.
Por: Araceli Herrera Vergara.
Muchas veces pensamos que una adicción se puede superar con un poco de amor, cuidados o con regaños y maltratos. Lo que no sabemos es que nuestro familiar, conocido o amigo necesita más que eso.
Sólo hay que saber a qué lugares acudir ya que como bien se dice “ caras vemos, corazones no sabemos” y es que hay muchos establecimientos que ayudan al adicto y prometen mil y un cosas cuando realmente es otra situación la que pasa en estos lugares.
Muchas personas sabemos de clínicas privadas, granjas o anexos, mal llamados AA. ¿Pero realmente sabemos qué hace cada una?
Las clínicas privadas como por ejemplo, Oceánica, clínica Nazaret ó Cúspide, entre otras, ofrecen los siguientes servicios: desintoxicación, internamiento aproximado de cinco semanas y tratamiento de un año.
El paciente firma un documento en donde dice que está voluntariamente en esa institución, aceptando el tratamiento acordado.
Los servicios que recibe son de primera calidad, buena comida, agua caliente para bañarse, apoyo psiquiátrico, psicológico y muchas veces hasta religioso.
En los anexos es otro cantar, la Consejera en Adicciones Araceli Vergara nos comenta que éstos son casonas alquiladas generalmente por un adicto en recuperación que bajo el pretexto de ayudar a adictos en rehabilitación por una cantidad promedio de mil quinientos pesos al mes y una despensa semanal que deberá contener sopa de pasta, frijoles, tortillas, chiles, verduras, frutas, papel higiénico, cepillo de dientes, pollo, carne, entre otros, pero el adicto nunca la verá ya que el director se quedará con ella.
Los dormitorios son galerones con catres, literas o petates, según cada anexo, y generalmente todo está en pésimas condiciones de higiene.
A las seis de la mañana se bañan con agua fría, con mangueras o si bien les va en la regadera, el desayuno y la cena serán café y pan; la comida lo que al director le regalen como desperdicio en el mercado.
Continúa diciendo la entrevistada, desde las siete los sientan en bancas a oír “terapias” de personas “adictas en recuperación” generalmente resentidas y amargadas que lo único que hacen es desquitarse con los recién llegados. Al terminar su participación otro adicto tomará su lugar y hará lo mismo hasta las siete de la noche. Si alguno deja de poner atención será golpeado en la cabeza y tanto el director como el personal deciden a quién y cuando dejan ir al baño por lo que habitualmente andan orinados.
Ha habido casos de asesinatos y violaciones, incluyendo a mujeres, a manos de los custodios.
Para ingresar sólo basta que un familiar, amigo, o hasta enemigo mande por ellos a donde esté, los directores aconsejan que si no está tomado o drogado lo emborrachen o droguen para hacer más fácil su transporte, la reacción del paciente al despertar en un entorno extraño donde le dicen que se tiene que quedar por lo menos tres meses, suele ser bastante violenta.
El adicto tendrá que permanecer ahí hasta que la persona que lo internó vaya por él, al director no le importará cuanto tiempo esté internado siempre y cuando paguen su mensualidad.
Las visitas están prohibidas hasta después de tres meses, pero pueden preguntar por ellos, dar la cuota y dejar la despensa.
Como oficialmente no está internado, no llevan un registro, muchas veces ni sus familiares saben en donde está.
Beatriz de veintidós años comenta: “ es horrible estar en un anexo, te tratan peor que animal, los custodios te pueden decir y hacer lo que se les pegue la gana, desde no dejarte ir al baño o golpearte hasta el cansancio. Yo no recuerdo cómo llegué ahí, lo que sí sé es que esos tres meses fueron los peores de mi vida, no se lo deseo ni a mi peor enemigo… y todo esto fue por la falta de información de mis padres, ya que por ser más barato que una clínica privada, me internaron ahí sin saber de los tratos, ni nada. Yo imploraba que me dejarán salir, pero todo era en vano.”
Al decir estas palabras a Beatriz se le quiebra la voz y rompe en llanto, pero continúa diciendo: “Han pasado ocho años desde que fumé mi primer churro y no me siento orgullosa de eso. Pero han pasado seis años desde que fui capaz de fumar mi último churro y de eso sí me siento orgullosa aunque todavía hay gente que me dice – tú eras drogadicta y te rehabilitaste, pero ¿nunca más has fumado? ¿Segura? ¿No se te antoja? - para algunas personas voy a ser drogadicta toda la vida aunque demuestre lo contrario y eso me duele mucho.
La consejera advierte que todos debemos estar informados de los establecimientos que hay y que no debemos dejar a nuestros seres queridos en manos de cualquier persona.

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